La diversificación empresarial se considera un objetivo importante porque favorece el crecimiento, − aunque no siempre sea rentable−, abre nuevas oportunidades y, sobre todo, reduce el riesgo. Esto último importa porque la aversión a la pérdida del decisor hace que su aprecio a la ganancia sea menor que a la pérdida. Se prefiere evitar pérdidas antes que lograr ganancias de igual importe. Un euro de pérdida pesa más del doble que otro de ganancia, nos dijeron Kahneman y Tversky.
La aritmética de diversificar
En la apuesta de ganar 300 € si sale cara y perder 150 € si sale cruz, el riesgo de pérdida es alto (un 50%), aunque el valor esperado sea 75 € (0,5 x 300 – 0,5 x 150). Los cuatro resultados de repetir la apuesta dos veces, reduciendo a la mitad los importes (150 y 75), son {300; 75; 75; -150}. Esta segunda opción es mejor, pues mantiene el valor esperado de 75 €, pero la probabilidad de perder cae al 25%. De los cuatro resultados equiprobables (300; 75; 75; -150) solo uno es negativo. Si la apuesta se repite tres veces, con importes de +100 y – 25, siendo ocho resultados posibles, la probabilidad de perder cae al 12,5% (1/8), manteniéndose el valor esperado de 75 €. Al aumentar las tiradas el riesgo cae.
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Diversificar no siempre mejora la rentabilidad, pero sí reduce el riesgo
Como en las apuestas anteriores, la rentabilidad de una cartera diversificada es la media ponderada de la rentabilidad de sus actividades, pero el riesgo disminuye si las actividades se comportan de distinta manera. El éxito en una puede compensar la pérdida en otra. El ejemplo muestra que cada tirada adicional reduce el riesgo del resultado acumulado y mantiene constante el valor esperado. Cada tirada tiene un 50% de riesgo de perder, pero reduce el riesgo del conjunto de tiradas. Por ello, el riesgo relevante de cada tirada es el que añade al conjunto, no su riesgo aislado. Algo similar logra el empresario que diversifica su cartera.
Zapatero a tus zapatos
En este tema es recomendable que la empresa no diversifique en negocios ajenos al suyo, para el que sí cuenta con experiencia. Diversificar en nuevas actividades no conectadas con los recursos disponibles tarda en materializarse, exige inversiones importantes y obliga a competir en negocios donde ya operan otros con más conocimiento. Esta diversificación no relacionada también se logra comprando una actividad en marcha, pero exige pagar una prima (la de control) por encima de su valor de mercado. Ello puede cuestionar la rentabilidad de la operación.
Que diversifique el accionista
Conviene más que sea el inversor quien reparta su patrimonio, aunque sea reducido, entre distintas actividades no relacionadas para minorar su riesgo de manera más eficiente que la propia empresa. Por ejemplo, comprando un fondo de inversión vinculado a un índice bursátil representativo. Su cartera incluirá actividades variadas gestionadas por expertos.
Pero ¿diversificar es una protección contra la ignorancia?
Así lo afirma Warren Buffet, que añade: si sabes lo que haces no tiene sentido diversificar. Recomienda estudiar bien las decisiones para no equivocarse, porque el riesgo nace de no saber bien lo que se hace. Quizá esto explique por qué conviene diversificar.
Juan Pérez-Carballo
Socio de Converthia, expertos en finanzas y control de gestión